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Hoy, revisando mis suscripciones a páginas científicas, me tropecé de nuevo con la misma cantinela de siempre sobre la menopausia y su inseparable depresión, y antes de salir a nadar en el mar como cada sábado por la mañana y comprar el pescadito para la cena con amigos de esta noche, no he podido evitar gritar WTF!! y os escribo por qué.

La menopausia, como toda etapa de cambio en el ser humano, hombre o mujer, es susceptible de provocar cambios también en nuestro estado de ánimo. Y dependerá de cómo encaremos la nueva etapa nos sentiremos mejor o peor. La menopausia deviene además en una edad en la que coinciden otros cambios  en la vida, como la independencia de los hijos y el cambio del rol de madre que ello provoca; la senectud de nuestros padres que demandan más atención y en ocasiones se vuelven dependientes, y el envejecimiento de la pareja propia.

Es cierto que los cambios hormonales sacuden nuestro organismo y también nuestro cuerpo cambia, como también lo hizo en la pubertad y de forma más acusada: pasábamos en cuestión de minutos de la risa al llanto o de un estado de placidez a uno de enojo,  nos  irritábamos fácilmente y nuestras emociones estaban a flor de piel. No es fácil atravesar la pubertad, pero sabemos que es inevitable y ayudamos a nuestros jóvenes a pasarlo, contándoles por qué se producen estos cambios y explicándoles como se convertirán en maravillosos adultos, libres y capaces de todo aquello que se propongan.

Tenemos paciencia, no les ridiculizamos y les ayudamos a pasarla.

Imaginad que sucedería si en lugar de esto, cuando nuestros adorables y felices niños comienzan su pubertad y empiezan a suceder esos cambios físicos que deforman su cuerpo hasta el punto que no se reconocen ni gustan, se sienten desorientados, odian a sus propios padres y lloran por todo, nosotros les dijéramos:

“Oh claro es que has llegado a la pubertad»: Se acabó tu feliz infancia. Ya no serás niño nunca más. A partir de ahora ya no jugarás tanto y tendrás que estudiar tantas horas al día como papa y mama trabajan. Vamos a discutir por todo y en lugar de querernos como antes vas a querer marcharte de casa semana si  y semana también. 

«Te vas a llenar de granos, tendrás el pelo graso, te saldrá una pelusilla ridícula en la cara  y tu voz emitirá sonidos de los que todos nos vamos a reír. Tendrás erecciones casi involuntarias y en lo único que podrás pensar es en el sexo. Cosa que la sociedad penalizará, así que vívelo en la soledad del baño, sin entender por que te has vuelto “tan raro”.

«Tus pechos crecerán y no sabrás qué hacer con ellos. O no lo harán y eso aun será peor. Tu grasa corporal está creciendo y migrando a zonas inéditas y la ropa que un día te queda bien al siguiente es una verdadera desgracia sobre ti. Ah! también tu pensarás mucho en el sexo y nadie ABSOLUTAMENTE NADIE te dirá que es normal también en las chicas. Llorarás y gritarás enfadada por cualquier cosa, y lo que es peor: TODOS TUS AMIGOS ESTÁN IGUAL DE RAROS QUE TU!»

¿¡Qué ser humano en su sano juicio antes este panorama no de deprimiría y necesitaría ayuda psicológica y medicación!?

Pero es esto real? Es esto lo único que es la pubertad? O es también un cambio destinado a completarnos como ser humano, un cambio que nos abre las puertas de una vida por descubrir y diseñar?

Con la menopausia ocurre lo mismo. 

Si cuando nos acercamos a un profesional de la salud a contarle que han empezado los cambios, sólo encontramos un panorama desolador en el que se nos dice:  UFF, prepárese: va a engordar, su piel y cabello se secarán. Despídase de sus relaciones sexuales pues su vagina se secará y el deseo desaparece. Su colesterol se disparará y posiblemente también su tensión. Llorara por todo y estará insoportable. Y todo esto se verá amenizado por una serie de subidas bruscas de temperatura, que ni la ciencia entiende por qué suceden, que le harán desear quitarse la ropa allá donde esté y le impedirá dormir. Sus huesos se van a hacer débiles, se va a deprimir y además será el objetivo de burlas y chistes fáciles por parte, no sólo de los hombres, sino, y esto es increíblemente cierto, de mujeres más jóvenes.

Es cierto que suceden cambios y eso no es fácil de sobrellevar, como en cualquier etapa en la vida. Y algunos de los descritos más arriba pueden hacer su aparición, pero no tiene por qué y esperarlos no nos hace bien precisamente.

Muchas mujeres llegan (llegamos) a la menopausia asustadas por esta literatura obsoleta, propia de una novela negra barata, sólo para descubrir una de las etapas más potentes de nuestra vida.

Descubrimos que el nido vacío supone recuperar la libertad de circular por tu propia casa como dios te trajo mundo de nuevo. Que entras y sales cuándo quieres sin escuchar: qué hay hoy para comer? me has lavado la ropa de deporte? El mando de la tele vuelve a ser tuyo y las fiestas en casa vuelves a organizarlas tu.

Sientes como tus sueños de juventud comienzan presionar con fuerza e ilusión. Recuperas las ganas de luchar por las injusticias sociales. A veces hasta cambia tu orientación política. Y esta, créeme, si es la tuya de verdad. Empiezas a elegir aquello que tu quieres y no lo que a los demás les conviene. Dejas algunas amistades, que en realidad nunca te gustaron y en ocasiones, también a tu pareja.

Desaparece el miedo al embarazo y junto con esa manía nueva que te ha entrado de decir lo que piensas y pedir por fin lo que quieres, tu cama resulta ser de nuevo un volcán. Y si no es así, tampoco pasa nada: has descubierto que las jugueterías no son sólo para niños.

La ciencia ha demostrado que el cerebro de la mujer en la menopausia  cambia a raíz de los cambios hormonales, convirtiéndola en una compañera, trabajadora, directiva, madre, totalmente diferente, volcada en aportar al mundo todo aquello que lleva dentro y ha pospuesto durante la etapa de crianza.

La vida, durante la menopausia, se convierte en algo así  como un par de zapatos viejos que aprietan y si tenemos en coraje de aceptar lo que nuestro nuevo cerebro y nuestras entrañas piden y cambiamos de zapatos, un nuevo camino se abre ante nosotras.

Poner el foco sólo en aquellos aspectos negativos que supone cualquier cambio en la vida es condenarnos de antemano a una debacle emocional que puede terminar en esa depresión que se empeñan en anunciarnos.

Seamos valientes, miremos hacia adentro de una vez, escuchemos esa voz que clama por ser tu misma por fin y alejemos el fantasma de una profecía autocumplida que tan conveniente le es a determinados sectores de la sociedad y a una industria farmacéutica dispuesta a  medicalizar cualquier etapa de la vida.