Esta semana me encuentro en prensa uno de esos artículos que me hace dejar todo lo que tengo entre manos en ese momento para leerlo ipso facto. Se trata de un artículo fascinante sobre alimentación y genética, una de mis pasiones, en el que hablaba sobre un estudio que han llevado a cabo los científicos del Centro de Regulación Genómica (CRG) de Barcelona.
El artículo en cuestión lleva por título “Desvelan cómo los genes del cerebro cambian con los alimentos que se comen”. En él, explican los autores como una dieta basura, rica en grasas y azúcares modifica el ADN en áreas concretas del cerebro.
El estudio se basa en un experimento realizado con dos grupos de ratones: uno de ellos alimentado con pienso normal y el otro con la posibilidad de elegir entre el pienso normal y una dieta hipercalórica, alta en grasas y azúcares, que incluía diferentes tipos de chocolates. Lo primero que comprobaron fue que los ratones del segundo grupo prefirió el “pienso basura” y terminaron desarrollando no sólo sobrepeso y obesidad, sino que además perdieron por completo el control sobre las cantidades que ingerían.
Según los propios investigadores: ”hasta ahora, se sabía poco sobre cómo esta dieta conduce a cambios en la expresión génica en el cerebro y cómo se coordinan estos cambios”. Esta dieta, refiriendo a la dieta mayoritaria en occidente y desde hace unos años también en las partes más económicamente deprimidas del planeta, es rica en azúcares añadidos, alta en grasas hidrogenadas (trans) y pobre en alimentos de calidad que proporcionen las vitaminas, minerales y fibra que nuestro organismo necesita para mantenerse sano.
Tras la realización de este estudio con ratones en laboratorio, ahora saben cómo los genes de las distintas áreas del cerebro cambian según el tipo de comida que se ingiere, provocando no sólo obesidad sino adicción.
El comentario final de los autores del estudio ante las conclusiones es demoledor: “una de las posibles aplicaciones de estos hallazgos, al poder identificar los genes en los núcleos concretos de las áreas cerebrales, sería la de desarrollar un fármaco que bloqueara esa expresión, alterando el comportamiento compulsivo e inflexible.”
Se ha descubierto, en definitiva, que una dieta rica en grasa y azúcares, además de provocar obesidad, una de las peores enfermedades que se conocen y que es la base de casi todas las enfermedades mortales que aquejan hoy a la sociedad, modifica nuestro ADN. Esto nos induce a un comportamiento sólo equiparable al que nos inducen las drogas más duras que conocemos, tanto en pérdida de control de nuestra ingesta y adicción como también en riesgo para nuestra salud.
En lugar de salir disparados a contarle a la sociedad esto nos vamos al laboratorio de al lado a diseñar un fármaco que altere nuestra genética para poder seguir comiendo basura. Bajo mi punto de vista la reacción inmediata que espero, tanto de los científicos (genetistas o no) como de las autoridades sanitarias debe incluir:
– Retirada del mercado toda la comida basura que se vende impunemente en los supermercados, tiendas, cines, bares, máquinas de vending, y un largo etc
– Prohibición a la industria alimentaria de la producción de estos mal llamados “alimentos” que provocan en nuestro organismo consecuencias sólo comparables a la peor de las drogas.
– Incluir, de una vez por todas y sin demora, la formación nutricional y la cocina en el programa de educación escolar.
Pero no. En lugar de aparecer en primera plana de todos los diarios, en lugar de abrir los titulares de nuestros telediarios o en lugar de encabezar el siguiente Consejo de Ministros, todo lo que encuentro es la intención de desarrollar un fármaco que bloquee esa expresión genética que la mala dieta ha provocado.
¿Alguien en su sano juicio encontraría normal que se vendiera en un supermercado, envuelta en papel de colores y acompañada de un juguete, cualquiera de las drogas que conocemos?
Para mi está muy claro, mantenemos las cosas como están, sin atajar el problema en su raíz, y así continuamos con el gran negocio que es la enfermedad y su más directo beneficiario, los laboratorios farmaceúticos.
Lamento profundamente que la más novedosa y esperanzadora rama de la medicina, la Epigenética, venda su alma al diablo a los pocos años de su nacimiento y en lugar de convertirse en la vía más clara y directa de información sobre las consecuencias de nuestros actos cotidianos sobre nuestros genes, en lo único que piense es en seguir el mismo camino que el resto de la medicina hoy día.