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Hoy es el día mundial contra el cáncer. 

Si te dedicas a la salud, como es mi caso, es un día en el que reflexionas, repasas datos, quieres escribir, quieres colaborar arrojando un poco de luz desde tu campo de conocimiento y experiencia. Si además lo has padecido, como también es mi caso, el día tiene un cariz especial.

Para empezar, de alguna forma te recuerda que desde hace unos años tienes dos cumpleaños: el de siempre, y el día que vuelves del lado oscuro y te reincorporas de nuevo al mundo de los vivos. La confianza tarda algo más que el alta médica en volver a ti. Pero vuelve. Dada mi condición de profesional sanitario, he aprendido muchas cosas desde ambos lados de la enfermedad.

El cáncer como paciente y nutricionista

Como paciente, sólo diré que aunque, por supuesto no le recomiendo a nadie que pase por ello, yo no devolvería la experiencia ni aunque pudiera. Me quedo con lo aprendido y con lo que he conseguido de mí misma desde que pasé por ello.

Como profesional de la salud, como nutricionista, llevo años leyendo estudios científicos de instituciones con muchísima reputación que demuestran cómo los alimentos que tomamos son causa directa de muchos cánceres y como la ausencia de otros alimentos aumentan las posibilidades de padecerlo.

Lo mismo ocurre con el deporte: cientos de estudios avalan su eficacia antes, durante y después del cáncer. Cualquiera diría, a la luz de la ciencia, que la prevención del cáncer a través del cambio de hábitos es una vía importante y digna de explorar y, por supuesto, de financiar. Pero, en lugar de ello, se sigue invirtiendo más en costosos tratamientos una vez el cáncer ya se ha instalado. Y así vemos año tras año como las cifras de afectados no dejan de subir. Y por supuesto al mismo ritmo lo hacen los beneficios de los laboratorios farmacéuticos y la industria alimentaria.

Quizás sea hora de cambiar

Quizás, de lo que deberíamos estar hablando hoy, no es de cuántos casos hay y cuántos más esperamos.

Quizás deberíamos estar hablando de por qué en los mismos hospitales que nos dan la quimio, nos dan bollería industrial y zumos envasados azucarados para desayunar.

Quizás deberíamos estar hablando de por qué el resto de la comida que recibes, en esos hospitales que financias con tus impuestos, es de tan baja calidad que uno espera a llegar a casa (con suerte) para comenzar a recuperarse de verdad.

Quizás deberíamos estar hablando de por qué en los colegios, que también financiamos con nuestros impuestos, permitimos que nuestros hijos coman de forma tan insana que marque una base de una salud deficiente que aumentará y mucho los riesgos de padecer un cáncer más adelante en la vida.

Quizás deberíamos estar hablando de que cómo es posible que empresas de embutidos, bollería o de refrescos azucarados patrocinen hipócritamente carreras populares contra el cáncer de mama o cualquier otro cáncer.

Quizás deberíamos estar hablando de cómo la inmensa mayoría de los oncólogos menosprecian la alimentación como una herramienta más en la recuperación de los enfermos de cáncer, a pesar de la abrumadora evidencia científica que la avala como una herramienta más para luchar contra él.

¿Cómo estoy tan segura de lo que digo?

Pues porque el primer día que pude empezar a comer, tras una intervención de casi 7 horas, mi desayuno consistió en dos ensaimadas envasadas y un zumo de melocotón con azúcar. Porque tengo que ver como las mujeres corremos vestidas de rosa con una camiseta regalada por la misma industria que nos enfermó con el beneplácito de nuestros gobernantes.

Y porque, a día de hoy, y a pesar de saber de mi profesión y de mi formación, mi oncólogo sigue mandándome a casa con un

«come lo que quieras, la alimentación no tiene nada que ver…»

Quizás deberíamos estar hablando de QUÉ nos pone enfermos en primera instancia (sólo un 5-8% de los cánceres son genéticos) y POR QUÉ las personas e instituciones que tienen capacidad y responsabilidad para actuar no lo están haciendo.

Supongo que ya lo habréis notado: 

Una de las cosas que se llevó mi cáncer consigo fue el miedo a decir las cosas claras.